En una búsqueda por darle sentido y valor a la vida humana, no podemos dejar de tomar conciencia sobre los atentados y amenazas que esta se enfrenta. “Hay amenazas que proceden de la naturaleza misma, y que se agravan por la desidia culpable y la negligencia de los hombres que, no pocas veces, podrían remediarlas. Otras, sin embargo, son fruto de situaciones de violencia, odio, intereses contrapuestos, que inducen a los hombres a agredirse entre sí con homicidios, guerras, matanzas y genocidios. ¿Cómo no pensar también en la violencia contra la vida de millones de seres humanos, especialmente niños, forzados a la miseria, a la desnutrición, y al hambre, a causa de una inicua distribución de las riquezas entre los pueblos y las clases sociales? o ¿en la violencia derivada, incluso antes que, de las guerras, de un comercio escandaloso de armas, que favorece la espiral de tantos conflictos armados que ensangrientan el mundo? o ¿en la siembra de muerte que se realiza con el temerario desajuste de los equilibrios ecológicos, con la criminal difusión de la droga, o con el fomento de modelos de práctica de la sexualidad que, además de ser moralmente inaceptables, son también portadores de graves riesgos para la vida? Es imposible enumerar completamente la vasta gama de amenazas contra la vida humana, ¡son tantas sus formas, manifiestas o encubiertas, en nuestro tiempo! Hoy una gran multitud de seres humanos débiles e indefensos, como son, concretamente, los niños aún no nacidos, está siendo aplastada en su derecho fundamental a la vida”
Los diferentes tipos de violencias siguen marcando la historia de la humanidad, es el “clamor” del hombre contemporáneo, pero también es un llamado de atención para que busque las múltiples causas que lo generan y alimentan; reflexione y de soluciones antes las consecuencias que derivan de estos atentados para la vida.
En esta búsqueda del sentido y valor de la vida humana que anteriormente mencionamos, los cristianos, la encontramos en Cristo “Camino, Verdad y Vida” en Su Palabra y Acción. El hombre está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena, ya que consiste en la participación de la vida misma de Dios, que es amor.
Toda nuestra existencia a la luz de la caridad, debe ser vivida en el amor por los demás y en la entrega de uno mismo. Así, toda vida se hará acogida auténtica y responsable del don de la vida y alabanza sincera y reconocida a Dios que nos ha hecho este don. Esto muchas veces no es noticia, pero hay muchos ejemplos, gestos de entrega, con frecuencia humilde y escondida, realizados por hombres y mujeres, niños y adultos, jóvenes y ancianos, sanos y enfermos.
“En el servicio de la caridad, hay una actitud que debe animarnos y distinguirnos: hemos de hacernos cargo del otro como persona confiada por Dios a nuestra responsabilidad. Como discípulos de Jesús, estamos llamados a hacernos prójimos de cada hombre (cf. Lc 10, 29-37), teniendo una preferencia especial por quien es más pobre, está sólo y necesitado. Precisamente mediante la ayuda al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado —como también al niño aún no nacido, al anciano que sufre o cercano a la muerte— tenemos la posibilidad de servir a Jesús, como El mismo dijo: «Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis » (Mt 25, 40)”
Actividad: Responde las siguientes preguntas
1. ¿Por qué es importante defender la vida?
2. ¿Cuáles son los peligros que corre la vida humana en la actualidad? ¿Qué amenazas existen?
3. ¿Por qué es importante cuidar y proteger la vida por nacer?
4. ¿Cuál es la actitud que debemos enfrentar en este tiempo
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